ROUHULLÁH
Rouhullàh es el nombre de un señor y amigo iraní que vivió en
España más de 60 años, es el historiador baha’í más reconocido y maestro en la
Fe Baha’í de tres generaciones de seguidores. Ha muerto a los 103, casi 104,
porque cumplía en marzo. Su larga vida ha sido muy prolífica, porque ha escrito
muchos libros de historia de la Fe y ha servido en infinidad de instituciones
baha’ís, Su vida, entera, la ha dedicado a la Fe. De esta forma le hago mi
tributo. Descanse en paz.
Mi esposa, Bel, es como yo: no se lamenta de los problemas,
al contrario, busca soluciones a esas contrariedades. Y tiene muy buenas ideas
de las que me puedo beneficiar yo. Con los años (mi teoría, es que una persona
que se parece a su progenitor, con los años, esa característica física, se
incrementa), Bel se parece, cada vez más, a su padre físicamente, pero también
de su carácter y pensamiento. Les cuesta hablar en público por su timidez, pero
tienen mucho que aportar. A mi mujer le cae bien que yo no hable, (en el buen
sentido) porque habla más que antes, en que yo era un parlanchín.
Como pudisteis leer en mi última publicación (en que listé la
afecciones que me produce), la ELA no es una enfermedad, es un compendio de
dolencias.
El mes que viene tengo cita con el equipo multidisciplinar de
Son Espases, ya os informaré.
Debido a que siempre estoy sentado (en una u otra silla de
ruedas), doy mucha importancia a realizar ejercicios físicos de pie, por eso
utilizo la cinta de andar, siempre vigilado, donde -en un minuto- realizo 100
pasos y, por tanto, en veinte minutos ando 2.000 pasos. Es la cantidad de
minutos que dedico a ese ejercicio, normalmente, a veces menos, a veces más,
caminando con la marcha mínima.
Otro ejercicio que hago, que me obliga a estar de pie, que,
en realidad, son muchos movimientos los que realizo en la pequeña baranda que
tenemos en casa para defenderse de una caída a la escalera. Os explico: es la
baranda quita miedos paralela al primer tramo de la única escalera para entrar
y salir de casa, donde ando estático y agarrado a la baranda, también realizo
flexiones de piernas y ejercicios de pectorales, siempre agarrado y de pie.
Estos ejercicios los repito varias veces al día, para compensar las numerosas
horas que estoy sentado.
Tengo una costilla rota de una caída sobre la silla de
ruedas, la última de 2024; sucedió que estaba de pie en el lavabo, con la silla
cerca, pero perdí el equilibrio y caí de espaldas contra el mando de la silla (joystik)
que está sujeto a la silla con un soporte de hierro que doblé y por eso me
rompí la costilla, cosa que comprobaron en el hospital, merced a un tac. Pero,
ya sabéis, me recupero muy rápido y a las dos semanas ya no me impedía realizar
vida normal y a las tres semanas ya no tomaba calmantes.
Estos días me he acordado de lo que debieron sufrir los
enfermos de ELA de hace muchos años, treinta o cincuenta, donde todas las
facilidades instrumentales y médicas que tenemos ahora, en tiempo de esos
enfermos no estaban disponibles y a lo peor, ni siquiera estaban inventadas.
¡Imaginaros el siglo XIX!
A veces pienso en las cosas que hacía antes, antes de la
enfermedad y su etapa más actual, porque en los 3 o 4 primeros años, podía
vivir una existencia normal. Pero ahora, a veces añoro (o envidio)
muchas cosas que antes hacía: montar en bicicleta de montaña por el campo de
Menorca y otros lugares, comer un buen filete, andar sin silla de ruedas… y
muchas cosas más. Pero tengo el mérito de no listar esas cosas que me gustaban
y me adapto a mi situación actual, olvidando esas cosas, y lo consigo.
Siguen llegándome enhorabuenas y palabras de ánimo, sobre
todo, de los que leen este blog, pero también de otros.
Una cosa extraordinaria que me pasó fue cuando fui a un
funeral en honor de un amigo que murió joven de cáncer, fue que fui con la
silla de ruedas a la iglesia donde se celebraba, después de esperar casi una
hora, por la gente que acudió a esa celebración religiosa, cuando pasé por el
banco de familiares, la hermana de la viuda que conozco, me abrazó
efusivamente, después seguí y la viuda cuando me vio, abandonó el protocolo del
acto y fue hacía mi abrazándome más fuerte si cabe y agradeciendo repetidamente
mi presencia en el funeral a pesar de mi estado. Fue una ocasión a recordar
para siempre. Lo que ella no sabe, es que he hecho oraciones por el progreso del
alma de su difunto marido.
El amigo se llamaba Antonio y su viuda se llama Fina
(Josefina).
Hace unos días, sufrí un bajón al no poder hacer un
ejercicio que me pedía Bel, mi esposa y lloré, pero no con ganas, porque se me
tapa la nariz y el agobio aparece rápido. Pero una vez recuperado, me di cuenta
de los escasos bajones que tengo a pesar de mi estado y, claro, me
alegré. Es ese tipo de cosas que me pasan y que me animan, también si noto
mejoras al levantarme de la silla, por ejemplo, o si voy más ligero en la cinta
de andar. Y otra cosa que mantiene mi ánimo es que me siento más estable, no estoy
peor -por ejemplo- del mes pasado, aunque siempre me duele algo de alguna caída
(en estos momentos, me duele la costilla rota y la vértebra que me aplasté).
El día que publiqué la última divulgación, día 22 de
diciembre, llegaron mi hija y su familia para pasar unos días navideños en casa
y estuvieron hasta el 31 de ese mes. Siempre es una alegría tener nuestros nietos
andaluces en casa; ambos son muy listos y activos, pero Nil más que su hermana
Elia, porque no está quieto si no duerme. En San Pedro de Alcántara donde
viven, hay mucho y buen ambiente de familias baha’ís y los niños reciben clases
de nuestra Fe. Entre otras actividades, aprenden canciones y Nil entonaba una
canción con el título LA ALEGRIA NOS DA ALAS y la cantaba con alegría. Es que,
además, es un parlanchín y comienza a hablar perfectamente en castellano y
entiende el catalán, como su hermana.
Los niños me vieron caminando en la cinta y quisieron hacerlo
también ellos. Es increíble la rapidez de sus reflejos, porque pueden andar sin
sujetarse o agarrados yendo a una velocidad el doble de lo que voy yo.
El pequeño, tiene su psicomotricidad muy desarrollada,
porque, a sus tres años, anda en la cinta y monta en el patinete a gran
velocidad. Su hermana ya monta en caballo…
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El día 7 de enero, se cumplieron 54 años en que comencé a
trabajar, en la gestoría -que fue cuando comencé a trabajar de verdad- fue el 7
de enero de 1971. ¡Ya son años!
El paso del tiempo es increíble, por lo rápido que pasa y me produce
un recuerdo de lo que me dijo mi jefe (el dueño de la gestoría) que, pasado
mañana, tendré un hijo que se casa, cuando me lo dijo no lo creí, claro,
porque era un joven de 20 años. Pero ahora veo que tenía razón y no sé cómo han
pasado estos años y no recuerdo bien, cuando mis hijos crecieron. Los que
vivimos en las tres últimas generaciones tenemos el consuelo de revivir esos
momentos pasados porque tenemos fotos (ahora muchas más fotos y videos que
ocupan espacio en nuestros teléfonos móviles).
Cuando me casé, para fabricar el anillo de novio, fui a un
joyero que fundió todo el oro que recogí de mi familia, al no utilizarlo y
cuando me pasó los anillos de hierro de diversos tamaños para saber el diámetro
del anillo que se adaptaba a mi dedo anular, dijo que era el anillo de novio
más pequeño que había hecho en su vida.
Cuando estaba en el centro catequístico de San Miguel, una de
las cosas que yo protagonizaba era comedias teatrales, como los pastorets
(los pastores), representación anual del relato del nacimiento de Jesucristo,
en que además de representar como actor, cantaba cuando tenía voz potente y
bonita (que acabó en la pubertad) y muchas comedias más, que representamos en
todos los pueblos de la isla, sobre todo, la caperucita roja, en que fuimos a
Mallorca a representarla.
RELATO
SANTANDRIA. – Esta crónica la publiqué con mis compañeros del taller de
escritura, donde estuve varios años y, cada temporada, publicábamos una
colección (en un libro) de nuestros mejores relatos del curso. Siempre englobados
con un solo tema. En esta antología, a la que me refiero, estaba centrada en el
mar, el Mare Nostrum (ese el nombre del mar Mediterráneo, que le
impusieron los romanos, porque todas las tierras que mojaban en el mar, eran de
su propiedad) y yo presenté un recuerdo de mi infancia con ese título, que es
el nombre de playa testigo de ese relato y que está muy cerca de Ciutadella. En
el escrito, yo me daba voz como cuando era un chiquillo, por eso ese tono de
niño.
¡Que alegría! ¡Iremos a la playa! Mis padres preparan todo:
toallas, gorra para mí, crema Nivea y mi rueda inflable de playa.
Salimos los tres con la moto de mi padre, una Guzzi. Él
delante y conduciendo, mi madre detrás y yo, sentado en el regazo de mamá. ¡Ah!
y la bolsa de la playa sujeta al portaequipajes de muelle, situado al final del
asiento.
¡Qué fresquito! Sentado allí. ¡Qué fiesta! Vamos a Santandría.
El nene ha quedado con la tía, él es muy pequeño y no puede venir con nosotros.
Mi tío y mi tía siempre están contentos cuando vamos a su casa.
En un momento, llegamos. ¡Qué rápidos!
¡Qué bien funciona la moto para bajar la cuesta! Nos situamos
a la izquierda de la playa, con la toalla cerca de la ribera del mar y del bar
que está en la cueva. Más tarde, mi padre pide un orange (naranjada). ¡Qué
bien! Los pies en el agua, mucha crema por todo y la rueda “salvavidas” cogida con
las dos manos. Los dibujos resaltados del salvavidas, rascan un poco, pero es
igual. ¡Qué agua tan limpia i tranquila! No se ve ni una arruga y me puedo ver
los pies en el mar. Cómo pica el sol, a pesar de la gorra que llevo.
¡Qué grande es el mar! Y ya estoy con el agua por las
rodillas. ¡Qué fría! Estoy a punto de soltar la rueda de las manos, pero no,
finalmente me agacho de rodillas a poco a poco. Por arte de magia, estoy
suspendido en el agua. Es la rueda, me rasca. Con los pies me doy un poco de
impulso y me parece que soy un gran nadador.
La rueda flota y yo rodeado de ella, con los brazos colgando
y salpicando con las manos. ¿Y si alargo los brazos? Podré meter más las manos,
pero quedaré un poco más colgado sobre ella. Bueno, no pasa nada. ¿seguro? El
culo ahora también flota, pero puedo nadar mejor. Sí, sí estoy nadando, no toco
tierra. ¡Qué bien! Me parece que soy el rey del mar. Le he cogido el punto.
Estoy flotando y nadando. Ya estoy a casi quince o veinte pasos de la orilla
del mar. Seguramente mis padres me miran orgullosos. ¡Qué contento que estoy!
¡Vaya! ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido una ola muy grande? ¡Pero si
no hay! Además, esta ola viene de la orilla. ¿Qué hago con la cabeza en el
agua? ¡Qué malo es el sabor del agua del mar! ¡Mira, ahora puedo ver esos peces
y las algas! ¡Pero, pero no puedo respirar! ¡Debo salir, si! ¡No puedo! ¡Mis
pies no tocan el suelo! ¡No me puedo levantar! ¡Tengo la cabeza dentro del agua
y los pies fuera de ella! ¡Es la rueda salvavidas!
Ella flota y yo también, pero tengo la cabeza dentro y el
cuerpo fuera. ¡No puedo respirar, no puedo gritar!
Mientras mi padre me tenía suspendido y yo tosiendo y
respirando con dificultad, estaba riñendo a un joven, cuya entrada al mar,
demasiado cerca de mí, había provocado la ola que casi me ahoga.
¡Mis principios de gran nadador, no habían sido muy exitosos!
Mientras mi madre me secaba la cara y me quitaba la gorra chorreando de agua,
yo miraba la rueda salvavidas que estaba flotando en la orilla del mar… ¡traidora!
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Quiero recordar a mis hermanos en la Fe en Irán,
concretamente quiero recordar a Mahvash Sabet, escritora de poemas (autora de
Poemas Enjaulados, escrito en la prisión) encarcelada injustamente durante más
de 13 años y ahora en el hospital por una operación de corazón y que ha quedado
muy débil. Este homenaje mío se encuadra en la campaña mundial de reclamar al
gobierno iraní su completa e inmediata libertad, porque quieren volverla a
meterla en la cárcel y ella no está en condiciones de entrar en la prisión. Ha
habido una tormenta de twitters (ahora X) para reclamar su libertad y no se
sabe todavía si el gobierno de Irán aceptará la petición.
Hasta el mes que viene.
“La fuente de todo bien, es la
confianza en Dios, sumisión a su mandato y obediencia a su Santa Voluntad (…)
Escritos baha’ís
Gracias, Climent, por compartir tus impresiones actuales y tus vivencias del pasado. No hablas, pero sigues comunicándote muy bien. Nos unes a tus emociones. Que sigas así lo que la Vida quiera.
ResponderEliminarMuchas gracias Climent por el blog de hoy. De pequeño tenía miedo al agua ( no recuerdo la razón) pero en el instituto en Francia me llevaron a aprender natación y se acabó el miedo.
ResponderEliminarCliment com sempre és un plaer rebre i poder llegir ses teues vivencias. Anims i seguir amb aquesta actividad vital que tens.
ResponderEliminarJo tenc uns anys més que tú 76, i vaig comentar el temps com passa de rápid amb un bon amic, hem va comentar que seguramente aquest fet es per sa relativitat des temps amb comparación al anys que tenim. Clar amb 10 anys 1 és una décima part i ara per jo és una 76 ava part de sa meua vida. Salut i una abraçada
Qué sensaciones me trae Santandría, cuántos atardeceres he pasado en ella... Es una reflexión muy interesante la que haces sobre parecerse a los nuestros cada vez más a medida que nos hacemos mayores. Es como si abrazáramos su recuerdo también físicamente, ¿no te parece? Gracias por el posteo, querido Climent. Besos a los dos.
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