DOS SILLAS DE RUEDAS ELECTRICAS
Como decía antes, llevaba mucho tiempo sin caer en casa, pero
durante la semana que Bel estaba de viaje para visitar a nuestra hija y los
suyos, me caí en el cuarto de baño cuando me vestía, sobre las 7.30 de ese día
y, claro, no estaba sentado en la silla de ruedas. Estaba en otra silla del
cuarto de baño. Me caí hacia adelante y casi no tenía dolor, pero no me podía
levantar. Tuve la fortuna de tener colgado de mi cuello, el interruptor de
avisar a teleasistencia, lo apreté y llamaron a Bel, con lo cual ella llamó a nuestro
amigo Lluis que tenía llaves de casa y vino muy pronto. Después vino mi hermano
Sebastián. Pero todos los que vinieron para auxiliarme, no supieron del
sentimiento de impotencia que anidó en mí. Lo pasé muy mal el tiempo que
tardaron en ayudarme. Se da el caso que, en ausencia de mi esposa, dormía en mi
habitación mi hijo menor, pero se fue a trabajar muy temprano y me quedé solo a
esa hora del día.
Puedo vestirme solo, pero me cuesta mucho y me hacen un gran
favor, cuando uno de los míos me ayuda a vestirme. También tuve la fortuna de
llevar al móvil en una bolsa de la silla de ruedas y conseguí llegar a él. Pude
“hablar” con mi esposa que me informaba de las gestiones que había hecho y me
tranquilizaba. Ella todavía estaba en casa de mi hija (un pueblo de Málaga) y
regresó el mismo día de la caída, en la noche.
También os cuento, que sigo evitando los bajones. No me
deprimen, a pesar de cualquier circunstancia que me ocurra.
He seguido teniendo sincopes: el otro día en la calle, cuando
acudía a la universidad para mayores, cuando subía una acera, me dio tos y ya
vi que esa tos es la que me produce sincopes. Me desperté colgando de la silla,
pero nada más y nadie lo vio, mejor; así evito dar explicaciones.
Este tema (los sincopes), lo añado a la lista de cosas que no
me resuelven los médicos, como la pérdida de memoria inmediata y falta de
concentración.
Las ideas de mi esposa, me salvan de caídas y facilitan mi
día a día, como, por ejemplo, cortar las barras del reposapiés de mi otra silla
eléctrica, que impiden que las ruedas delanteras de la silla puedan rodar o la
iniciativa de colocar asideros en la bañera. Y constantemente, piensa formas que
me beneficien, incluso se adelanta a mis necesidades.
Me pone nervioso mi exasperante lentitud y la falta de
precisión de las manos y sus dedos.
Se ha terminado la época en que vestirme era fácil. En
invierno, es más arduo vestirme y calzarme. Aunque siempre llevo roba cómoda,
es más difícil ahora que en verano.
Tengo un sistema infalible de saber que llega el invierno: En
verano, cuando voy descalzo en el cuarto de baño, el frio de los azulejos no me
afecta, pero ahora es muy difícil aguantar un rato descalzo sobre las baldosas.
Recuerdo que, cuando cumplí 50 años, mi nieto mayor, Stephen,
me dijo:
-
¡eres
muy viejo! Has cumplido medio siglo…😊
Ahora que ya tengo 67 años, no hemos hablado más del tema. Pero
le voy a preguntar como de viejo me ve ahora.
Para ahorrar tiempo, he aprendido nuevas capacidades, como
tirar un papel en la cesta, como si fuera básquet o manejar la silla de ruedas
en sentido contrario, marcha atrás, en los lugares que no puedo girar.
Si me concentro en lo que hago, sobre todo, comer y andar en
la cinta, no me atraganto comiendo y no rozo el pie izquierdo cuando ando en la
cinta. Eso es lo que requiere el mindfulness y tiene esas ventajas.
RELATO
Hace muchos años (guardo un buen recuerdo de este viaje),
fuimos toda la familia Sabater: mis cuatro hermanos y sus familias, fuimos de
viaje a Andorra, con un bus alquilado, con conductor, que nos recogió en el
aeropuerto de Barcelona. En el momento de escribir esto, me doy cuenta de que
hace muchísimos años: ¡mi hijo mayor solo tenía 14 o 16 años y ahora tiene 43. ¡Por
tanto, hace casi 30 años!
Ese bus, al cual me refiero, es el que nos llevó hasta
Andorra. Al conductor, lo llamábamos señor Juan. Un servicio que nos fue muy
bien. Porque nos recogía del hotel y nos llevaba a las pistas; así disfrutamos
más de estar todos juntos en un mismo vehículo.
Muchos que fuimos a este viaje, lo recordaremos siempre, por
la intensa experiencia vivida, incluidas las circunstancias no deseadas.
Tuvimos carreras, robos en el hotel, accidentes, bebes con alta fiebre, errores
mayúsculos en un restaurante y tuvimos que largarnos de otro cuando ya estamos
sentados a la mesa, un director de hotel muy alto y entrado en grasas que se
plegó a mis requerimientos; pero todo se olvida por la experiencia tenida.
Vamos por partes.
Fuimos a un hotel que nos asignó la agencia de viajes y
estuvimos, en general, mal. Discutí con una profesora que llevaba unos treinta
alumnos de unos catorce años y estaban en la habitación contigua a la nuestra.
Pedí un cambio de habitación porque sabía que no íbamos a dormir, y teníamos a
nuestro hijo pequeño con 40 de fiebre, pero tuve que encararme a esa profesora
que decía que sus alumnos no harían ruido y yo no estaba de acuerdo, porque
tener un grupo de adolescentes sin ruido, ¡era misión imposible!
En la discusión, la recepcionista llamo al director y cuando
apareció casi no pasaba por la puerta, ¡de ancho y de alto! Pero yo estaba
enfadado y el aceptó mi solicitud.
En las pistas, tuvimos un accidentado grave, era el joven
cuñado de mi hermano Pedro, de unos catorce años, que se tiró en una pendiente
peligrosa para su nivel, y topo con un árbol en la cuesta y lo vieron unos que
esquiaban y llamaron a la ambulancia.
El golpe fue muy fuerte y tuvieron que operarlo en el
hospital al que lo llevaron. Siempre recuerdo el consejo de mi amigo baha’i,
Badí, que vive en Andorra, que no lo operábamos allí, porque no había buenos
médicos. Pero eso no lo podía decidir yo. Contrariamente a lo que me dijo mi
amigo, la operación fue bien. Lo dejamos en el hospital y su padre vino y se
hizo cargo del accidentado.
Cuando estábamos en el hotel, mi esposa encontró una camarera
de pisos hurgando en su bolso que había dejado y por eso regresaba, comprobó
que faltaba dinero y le recriminó a la camarera que se lo devolviera, tardó un
poco, pero se sacó de su bolsillo el billete que había robado. A continuación,
denunció ante el director lo que había pasado y pronto apareció la policía que
le pedía a mi mujer pasar por una rueda de reconocimiento. El director le pidió
a mi esposa que, por favor, identificara a esta mujer, porque llevaba tiempo
soportado reclamaciones de clientes, en el mismo sentido: les habían robado y
no podían saber qué empleado era. Ahora que mi esposa lo había visto, era una
oportunidad de oro, para identificar a esa persona. Y pasó la rueda de
reconocimiento. Era una mujer portuguesa y la tuvieron que despedir.
Éramos muchos y teníamos que mirar donde comíamos, para
evitar gastar más de lo necesario. Por eso, fuimos a un restaurante que tenían
precios asequibles, pero nos subieron a otro restaurante y nos sentaron unas
quince personas a la mesa. Cuando vimos la carta y sus precios mi hermano
Sebastián nos conminó a salir del restaurante y nos levantamos de la mesa.
Pero, en ese tiempo no había móviles y no podíamos llamar al
conductor del bus que habíamos cambiado de restaurante. De repente, vimos el
bus que rodaba cuesta abajo y mi hijo mayor y yo, fuimos en su persecución.
Cuando llevábamos un rato corriendo los dos, mi hijo me dijo “correré” y yo
pensé ¿qué hacemos ahora, si no correr? Mi hijo estaba en forma porque hacía
mucho deporte y me dejó plantado en mi carrera. No consiguió llegar al bus y
avisarlo, pero yo quedé con una sensación de sentirme más viejo.
En el camino de regreso, comimos en un restaurante que estaba
en la frontera de los dos países. A mi hermano Sebastián, le gusta mucho el
pescado y pidió (creyó que pedía), gallo de San Pedro, el suculente pescado.
Pero cuando vio que su plato lo traían en cazuela, entendió que se había
equivocado: no era gallo de San Pedro, era la pareja de la gallina.
Después se releo la carta y vio que sus ganas de pescado le
habían cegado: había pedido el animal que despierta a todos al alba.
Un recuerdo a los damnificados en Valencia y fuerza y ánimo a
los familiares y amigos de los difuntos.
Y un abrazo fuerte y virtual a los hermanos en la Fe en Irán
que están encarcelados en ese país, injustamente. No tienen ninguna prueba de lo
que les acusan. Un señor bahá’i lo asesinaron enfrente de su casa por dos
hermanos, al detenerlos, alegaron que era lícito derramar la sangre de esta
persona, porque era baha’i. Y los asesinos están libres.
Hasta el mes que viene, el último del año.
La luz de los
hombres es la justicia. No la extingáis con los vientos contrarios de opresión
y tiranía. El propósito de la justicia es el surgimiento de la unidad entre los
hombres
Escritos bahà’is
Gracias, Climent, por compartir tus vivencias y tus sentimientos. Nos sirven de lección a todos. Que te sigas cuidando y Dios bendiga a tus cuidadores y todos los que te queremos.
ResponderEliminarCreo que ya cité aquí los versos que dieron título a la película "Esplendor en la hierba" del director Elia Kazan y protagonizada por Natalie Wood y Warren Beatty :
"Aunque nada pueda hacer volver
la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo".
https://www.youtube.com/watch?v=-LY6FYxdyzQ
Gracias por compartir, Climent. Coincido con José Luis: lo que nos cuentas, pero especialmente el tono en el que lo haces, es una lección de vida.
ResponderEliminarQué gran fortaleza y ejemplo. Mil gracias por compartir. Y también ese viaje a Andorra, tan lejana entonces. Esperando el próximo post 😊
ResponderEliminarMuchas gracias, una vez más, Climent por tus relatos y descripción de aventuras. Tienes para un Libro y te propongo título:"Las aventuras del glorioso abuelo Climent.
ResponderEliminarHola Climent: Me alegra ver que tus sillas eléctricas te facilitan la vida (hasta cierto punto), aunque el episodio de caída en el cuarto de baño no pudiste evitarlo. Tu disposición ante estos percances es admirable. Emili Ereza, que falleció hace unos meses, comentábamos que os estábamos haciendo mayores, y él me dijo jocósamente que no era así, lo que estámos haciendo es convirtiéndonos en "ancianos". Siempre que tengo la oportunidad, lo comento con los amigos y nos carcajeamos de lo lindo
EliminarLo del viaje a Andorra del relato que cuentas realmente fue una aventura para escribir un libro libro.
Por mi casa todo sigue igual con algunas dolencias no graves, motivadas por el desgaste del cuerpo con la edad, y que nos estamos acostumbrando a ellas, pero después de ver lo que vemos tanto a costa distancia como en la lejanía, podemos dar gracias a Dios de que sólo tengamos eso. Aprovecha para comer turrones y polvorones, que esta es la época.
Hasta la próxima!
Da muchos recuerdos a tu esposa y reza porque siga a tu lado ayudándote en lo que pueda y, como dices anticipándose a tus necesidades.
Un gran abrazo para ti. Aprovecha para comer turrones y polvorones, que esta es la. época.
Bueno, pues