SUBMARINISMO
Han
estado en casa, mi hija Roser, que vive en Málaga, con sus hijos. Su marido no
vino, porque tiene un negocio de cara al turismo y trabaja todos los días en el
verano. Han pasado casi un mes en casa.
Mis
nietos menores son Elia y Nil, la niña tiene siete años y el pequeño el mes que
viene cumplirá dos. (los mayores, son de mi hijo mayor y tienen dieciocho y
catorce).
Siempre
es una alegría tenerlos en casa. Aquí tenemos un dicho, que reza: los nietos
son como los albañiles; alegría cuando vienen y alegría cuando se van.
A
pesar de la presencia de los niños, no he alterado mi rutina y he seguido
montando en mi triciclo y acudiendo a las sesiones de mis fisioterapeutas.
También es cierto que mis nietos me obvian. Y lo entiendo. Es debido a que no
interactúo con ellos. No puedo hablar con ellos, tampoco jugar ni cuidarlos y
mi relación se limita a saludarlos. No es extraño que pasen de mí. No
obstante, el pequeño se alegra mucho de verme, cuando llego de fuera o al
despertarse, diciendo avi (abuelo) con esa sonrisa que te alegra el día.
Pero no viene después a darme un beso. Pienso que me encuentra raro, ni hablo
ni ando normal. Pero es tan simpático y gracioso con su media lengua
(entiende todo, ya sea en catalán o castellano) que, a veces, me hace reír
mucho y tengo sincopes, como hace unos días, en el coche, soltó alguna
ocurrencia suya y me reí mucho y tuve sincope sin consecuencias, porque no
conduzco y estaba sentado, pero me desmayé a causa de la tos previa a tener un
sincope y que me produce reír o llorar (no puedo hacer ninguna de las dos
cosas).
En
cambio, he disfrutado de verlos y escucharlos.
Elia,
es una niña muy inteligente, sensible y simpática. Nil es un bicho muy
vivaracho y ama a los animales, tanto, que creo que será veterinario.
Ha
perseguido a las gallinas, ha visitado al perro gigante de mi amigo Lluis y ha
disfrutado mucho con los caballos que había en el club hípico. Le encanta
observar las aves y quiere tocar a todos los animales con los que se topa.
Su
abuela (mi esposa, Bel), le canta una canción sobre un ave y le gusta mucho. En
su casa, tienen una perra muy mayor y una gata.
En
cuanto a mí, esta mañana he roto una buena temporada de ausencia de caídas (me
he caído en la cocina con el resultado de una abrasión en el pecho, nada grave).
Llevaba más tres semanas sin caer. (pero no de amagos de caídas, que son muchos).
Antes no superaba la semana. Estoy convencido de que tiene relación directa el
miedo a caerme y las caídas reales, porque al no caerme he superado el miedo a
caer, creo que se realimentan una acción con la otra.
No
noto estar peor desde principios de año. Y eso es muy importante.
Estoy
satisfecho con mi estado, aunque no puedo ayudar en casi nada a mi mujer en las
faenas de casa (lo último que he dejado de hacer son las camas y lavar los
platos) pero -como digo- estoy contento porque no soy un estorbo y mi mujer no
me tiene que cuidar, ni ayudarme a comer, a vestir, incluso puedo bañarme solo,
aunque ella no se fía y está pendiente cuando estoy en la bañera y me ayuda.
Tampoco soy una carga en preparar comida. Me hago mi desayuno, merienda y cena.
Solo ella tiene que hacer la comida, que tendría que hacerla para ella. Incluso ayudo haciendo algunas comidas (puré
y otras).
He
vuelto a montar en el triciclo y muy bien. Si consigo salir tres veces a la
semana, hago casi cien kilómetros. En esta época de tanto calor, salgo muy
temprano y disfruto de tomar un café en una terraza en la que puedo dejar el
triciclo cerca, y del fresco de la mañana. Pero el periplo no es sencillo: debo
bajar la escalera interior de casa con la silla mecánica hasta el rellano del
piso, coger el andador y bajar con el ascensor al parking nuestro, dejar el
caminador y montar en el triciclo, con el cual salgo a la calle, del que puedo difícilmente
bajar o desplazarme, porque el andador lo dejo en el parking y sin él, apenas
puedo dar unos pasos.
Hemos
comenzado a ir a la playa con mi esposa Bel y mi hermano Biá (Sebastián), para
ayudarme a entrar en el agua y a atravesar por la arena hasta el mar. Mi mujer
no se ve con suficiente fuerza para ir conmigo sola y el bastón ya no me sirve
en mi estado actual. Disfruto del baño tempranero y semanal, porque andar
dentro del agua de mar me va muy bien y, a la vez, su densidad hace de aguante.
Solo con que el agua me llegue a la cintura ya no me caigo y no necesito ayuda.
Lo que hago es andar en la playa y nadar, pero sin dejar de hacer pie, porque
zambullirme o cuando no toco la arena con los pies, me agobio.
A
veces, tengo recuerdos nostálgicos (foto) de cuando me zambullía o practicaba
pesca submarina. En el apartado de relatos, hablo de lo que me pasó una vez.
Debido
a mi enfermedad he tenido que renunciar a muchas cosas, pero las peores son:
dejar la bicicleta de montaña (por problemas de equilibrio), no poder tener una
conversación con un amigo tomando un café (por no poder hablar) y no poder disfrutar
de una buena paella (por no poder comer normal).
PERO
NO ME RINDO, confío. Confío en que la vida me va aportando otras cosas estimables.
Como,
por ejemplo, comentarios que he recibido de mi libro. Mi amigo Pablo dice que
escribo de tal forma que, leyéndome, ves el lugar o relato que describo, como
si estuvieras allí. Y la prima de Bel, María, dice que le gusta leerme en
catalán porque es como que yo le hablara.
Aparte
de infinidad de mensajes positivos y diversos sobre mi libro y mi persona.
La
vida es generosa, me concede otras satisfacciones y episodios muy valiosos, en
compensación de lo que me ha quitado.
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RELATOS CORTOS
Incluyo tres relatos cortos
Gestoría.
– He contado en este blog que, comencé a trabajar a los 13
años en la gestoría. Eso era a principios de los años 70 del siglo pasado. Por aquel
tiempo se aprobó la ley que regulaba la caza (todavía era franquista) y se
determinaba las características que debía reunir una finca para considerarse
coto privado de caza.
Mi
jefe se instruyó en esa ley y, en la gestoría comenzamos a legalizar esos
cotos, dentro de las fincas de Menorca. Los dueños de esas fincas venían a la
gestoría para realizar ese trámite y comenzaron primero los de Ciutadella, pero
se esparció por toda la isla y venían de cualquier término municipal de
Menorca, porque sabíamos lo que había que presentar y teníamos éxito en
conseguir la legitimación de la caza en el interior de las fincas.
Entre
otros documentos que había presentar era el perímetro de la finca. Y teníamos
un plano militar de la isla, donde los dueños marcaban ese contorno.
El impreso de solicitud,
requería información del sistema de vallado o delimitación de la finca y todavía
recuerdo lo que poníamos en todas las solicitudes: finca cercada por pared
seca, estilo menorquín, cuya altura oscila entre un metro cincuenta centímetros
y los dos metros y cuyo espesor es de unos 80 centímetros.
Finalmente,
fui el encargado de realizar este tipo de trámite y supimos que éramos la
gestoría que había constituido más cotos privados de caza de España. Por número
claro, por hectáreas no. Menorca tiene infinidad de fincas rústicas, pero muy
pequeñas. En la península hay pocos cotos, pero enormes.
Por
cierto, hablando de mi antiguo jefe, Joan Pons que falleció hace diez años, he
recordado una frase que me dijo cuando era joven,
- Pasado mañana tendrás un hijo que se quiere casar…
Ahora
veo que tenía razón. Me parece que no me ha dado cuenta y ya tengo un hijo de
casi 42 años y con dos hijos. Parece que era ayer cuando me lo dijo.
Triciclo
(el otro). – No hablo de mi
triciclo. Me refiero a un triciclo de un señor inválido, cliente de la gestoría
y hace muchos años que esto pasó. Calculo que más de cuarenta años.
Por
ese tiempo, en mi pueblo, no había una estación de I.T.V. y los ingenieros de
industria que venían a pasar la inspección técnica de los vehículos, lo hacían
en el camino de San Nicolás, una avenida ancha y muy larga, que da al mar y con
poco tráfico.
Este
señor inválido vino con su triciclo con motor de gasolina (los eléctricos no
estaban inventados), para legalizarlo para circular por las vías urbanas.
Yo
era el encargado de presentar la documentación de los vehículos de nuestros
clientes, a los ingenieros de industria.
Se
le realizó la inspección y se le dio el visto bueno para circular, pero este
hombre tenía otro triciclo antiguo, que iba a sustituir por el nuevo. Y había
venido con ése y un amigo le había traído el nuevo, pero se tuvo que marchar.
De forma que este señor, en ese momento, tenía dos triciclos en la calle.
Me
ofrecí a llevarle el nuevo a su parking.
Así
que me podéis imaginar: un joven en plenas facultades conducía esa bicicleta de
tres ruedas, aposta para una persona inválida. No tuve problema en conducirlo a
través de la población, pero cuando ya casi llegaba al punto final del
trayecto, en una curva no calculé bien la velocidad, hice derrapar el vehículo
y me estampé contra la pared de mi izquierda. Menos mal que era joven y rápido
de reflejos y puse el pie para evitar la caída. No obstante, no pude evitar el
golpe por la inercia que llevaba el vehículo, por tanto, me dañé la rodilla
izquierda, pero evité daños al triciclo.
La
persona que me auxilió, no podía aguantarse la risa…
Pesca
submarina. – Como mencionaba más arriba, durante muchos años,
practiqué pesca submarina a pulmón, sin botellas de aire. En una ocasión, me
llevé el fusil de pesca, yendo de playa con mi mujer, pero hace muchos años. Lo
de ir de playa y pescar no suele dar resultado. Y mis intentos de pescar fueron
fallidos, hasta ese momento.
Ya volvía con mi
mujer, (sin haber pescado nada y con el fusil de pesca descargado) que estaba
tomando el sol, pero yo seguía en el agua, con las gafas de submarinismo y me iba
acercando a la orilla del mar y ya veía a mi mujer. Pero, antes de llegar junto
a ella, se cruzó una señora en mi trayectoria, que pude ver gracias a mis gafas
y que estaba nadando, pero casi hacía pie, de forma que con sus pies levantaba
algo de la arena del fondo y, en ese preciso instante vi unos ojos que asomaban
bajo la sílice, más o menos en el lugar en el que estaba la mujer. Cargué el
fusil y pesqué un enorme pez araña, bajo los pies de la señora, que le mostré y
le expliqué que su picadura es muy dolorosa y peligrosa si no se extrae el
veneno correctamente.
Las playas de mucha
arena, es refugio de peces urticantes, sobre todo a principios de verano que
todavía no se han retirado hacia aguas más profundas. Como me paso, en un mes
de abril, en la playa que visitaba, estaba tan bonita que decidí meter los pies
y pisé un pez araña y tuve la suerte de que no me picó.
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Los mejores de los
hombres son aquellos que se ganan el sustento con su trabajo y lo gastan en sí
mismos y en sus familias, por amor de Dios (…)
Escritos Bahá’is
Climent ja veig fa anys vas començar a conducir triciclo. Per cert amb mal inici.
ResponderEliminarJo mateix a sa Nitja, cala Viola de Ponent, vaig patir picadura de peix araña i tot es dia febre i dolor intens. Mal record. Salut i una abraçada