MUJER
Vuelven a estar mi hija y mis
nietos andaluces. Serán pocos días esta vez, porque vuelve la rutina invernal:
colegios, se acaban las vacaciones, etc.
Pero cuando vienen estamos muy
ocupados mi mujer y yo, pero esa visita, siempre es una gran alegría.
Hace unos días acudí a una comida
de los compañeros que van en bici y se hizo en una casa de colonias en el
campo, a unos 5 o 6 kilómetros de casa. Para mí, fue una despedida. Es muy
improbable, en el futuro, que acompañe a mis compañeros con la bicicleta. Fui
con el triciclo y muy bien. Ya le he cogido el tranquillo.
Como dije estaba ilusionado con
el andador y triciclo. Y ya no son solo una ilusión. Desde que voy con esos
artilugios, no me he caído más. Estoy convencido de que la gente que me vea con
el andador se sorprenderá de que lo utilice. Porque voy ligero andando. Y la
bici de tres ruedas, cumple con las expectativas puestas en ella.
Parado y, sobre todo, en casa, me
caigo más. No utilizo ni bastón ni andador (sería un incordio). Los pies
parecen que se quedan adheridos al suelo y tumbo si no encuentro un asidero,
pero sin apenas consecuencias. Excepto mis posaderas. Bromeo con mi familia,
que mis nalgas pronto serán como de metal 😊.
Dentro de quince días, acudiré al
Hospital de Bellvitge, para revisión regular y retirarme el tubo de la sonda.
Confío en que será más práctico.
De todas formas, sigo sin apenas introducir
nutrientes en la válvula gástrica, solo líquidos.
Este verano, con mi mujer, vamos
a darnos un chapuzón tempranero, en una playa muy cercana y popular. A esa
hora, las 8 de la mañana, nos reunimos muchos jubilados del pueblo 😊. Aprovecho
para andar en el mar, con el agua hasta la cintura y no me caigo. Es muy conveniente
para mí, caminar sobre la arena húmeda del mar. También nado un rato y voy
probando las gafas de inmersión. De momento, me agobio. Pero insistiré.
RELATO
Hace unos días me encontraba, por
la mañana en la cocina, escuchando la radio. Y hablaron de un tema que está en
desuso: las cartas postales. Preguntaron a los oyentes si se acordaban de la
primera carta recibida. También hablaron de las tarjetas postales…
Si pudiera hablar hubiera llamado
a Radio Nacional, para decirles que sí que me acuerdo de mi primera carta
recibida.
No tenía más de 5 o 6 años,
apenas sabía escribir y leer. En el envoltorio de la goma de mascar, que me
compraban mis padres, había un mensaje impreso en su interior, que prometía un
regalo si mandabas determinado número de esos envoltorios a un domicilio concreto.
Creo recordar que era de la marca
Adams.
Reuní suficientes embalajes de chiclets (chiclets es una marca comercial y debe
ser la primera goma de mascar, por lo que decimos chiclets, como celo a la
primera cinta adhesiva), fui al estanco a comprar un sello postal y un sobre y
lo mandé a la dirección indicada.
Al cabo de unas semanas, se
recibió un pequeño paquete a nombre mío, que contenía un balón inflable, de los
de ir a la playa y una carta.
Mis padres me leyeron la misiva y
yo no lo entendí. Me imagino que era relativo al regalo y que siguiera
comprando sus productos.
Debía ser un arcaico sistema de
fidelización.
Años más tarde, todavía niño,
comencé a trabajar en la gestoría, que marcaría mi trayectoria laboral. El
dueño ideó un sistema de recordatorios de vencimientos de documentos oficiales
(Carnet de identidad, permiso de conducir, pasaporte, licencia de armas, etc.),
se trataba de unas carpetas con anillas, ordenadas por años y por tipo de
documento, que contenían doce hojas, una para cada mes del año.
Cuando recabamos la información
de los clientes, la introducíamos en esas hojas y dos meses antes de la prescripción
del documento, enviábamos una tarjeta postal alusiva al documento y a su expiración
y los clientes estaban satisfechos con este servicio y mi jefe también, por el
trabajo que generaban esos avisos.
Recuerdo un caso especial de
cliente. Era uno de los nobles de Ciutadella, con un gran patrimonio, pero muy
despistado. Era amigo de mi jefe y éste me pidió que le mandara esas tarjetas
de aviso, cada día durante una semana.
Por fin, vino ese señor, con un
fajo de tarjetas postales recibidas y regañando a su amigo.
Años después, en que ya no
utilizábamos este añejo sistema, se recibió una de esas tarjetas devuelta por
correos. Con la anotación “desconocido”.
Me fijé en esa tarjeta, que tenía
fecha de devolución, pero también día en que se estampó el matasellos. ¡Habían
pasado 10 años entre una fecha y otra!
Es una lástima que se extraviaran
esa tarjeta postal y mi carta. Tendrían mucho valor.
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Siempre he tenido admiración por
el sexo contrario y he defendido su igualdad (otra cosa es que haya sido
siempre coherente, con esta idea). La mayoría de mi período laboral, he
trabajado con mujeres. Y siempre he tenido presente, desde que supe de ella, la
historia de Tahirih, como una mujer muy valiente.
Pero cuando leí el libro La
Mujer que leía demasiado, además de valiente descubrí una persona
inteligente, bella como ella sola y dispuesta a defender los derechos de su
género, sin importarle el momento ni el lugar.
Porque en pleno siglo XIX en
Persia, denunciar la situación de la mujer, con argumentos basados en el propio
Corán, dejando boquiabiertos a los clérigos de su ciudad (todos varones),
desprendiéndose en público de su velo, como un acto de liberación, que dio
lugar a una revuelta religiosa y que llamó la atención del mismo monarca de ese
país; es un prodigio digno de figurar en los anales de los logros más
importantes de la humanidad, al morir por defender los intereses de la mujer,
siendo muy joven. Se la puede considerar la primera sufragista. Decía ella: “Podéis
matarme a mí a mil más como yo, pero no conseguiréis detener la emancipación de
la mujer”
Fue de las primeras bahá’is
asesinadas por el clero persa.
Escribí un artículo de mi blog,
dedicado a ella, pero novelado. No es real lo que cuenta, pero está basado en
lo que acabo de explicar.
Quería incluir el enlace de esa publicación, pero el sistema falla.
Lo pondré aparte.
“No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La Tierra es un solo país y la humanidad son sus ciudadanos”
(escritos Bahá’ís)
Hola Climent, es cierto, cuando voy a la playa, también camino por dentro del mar con el agua hasta la rodilla, aproximadamente, y hay que hacer un esfuerzo para hacerlo y vencer la resistencia del agua, con lo que las piernas se fortalecen y gano en movilidad. Y es que entre la hernia discal que tuve hace 3 años y el COVID que he pasado hace unas semanas, me parece que he perdido cierta capacidad de movilidad y de mantener el equilibrio en algunos casos, y de esta forma "creo" que estoy mejorando, pero muy lentamente, aunque nada grave. Creo que tendré que continuar haciéndolo también durante el otoño hasta donde pueda. Espero que estos ejercicios no sean de utilidad. Un abrazo y disfruta de tu hija y tus nietos ahora que estarán por aquí.
ResponderEliminarN'hauras de deixar es llibre aquest que de comentes! Te molt bona pinta!
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