07.12.2021




Hablar. Es una facultad singular de los humanos. No le damos la importancia que tiene, porque la obtenemos sin darnos cuenta. Mucho menos, reparamos en el extraordinario proceso del habla y su complejidad. Se necesita accionar catorce o quince músculos (incluida la lengua) y acompasar la respiración. Y contar con el sentido del oído.

El habla, apareció entre nuestros antepasados prehistóricos, mucho más tarde de ser capaces de andar sobre las extremidades inferiores.

Los animales, comparten muchas características físicas con nosotros, excepto el habla. También es cierto, que su limitación cerebral, les impide evolucionar (si lo hacen, es debido a la influencia de su entorno, del cual son cautivos). No obstante, se comunican entre ellos.

Las personas, desde luego, no nos conformamos con comunicarnos. El mundo de las ideas y nuestro progreso como especie, los debemos, en gran parte, a nuestra capacidad de hablar. Después vendría la aptitud para escribir.

Para un ser humano, es una gran discapacidad no poder hablar.

En mi caso concreto, me comunico, pero casi siempre a través del móvil, porque no se me entiende, cuando articulo unas pocas palabras. Además, la garganta se agota a los cinco minutos de intentar dialogar. Hace mucho tiempo que no puedo llevar una conversación normal.

Asimismo, tengo que luchar encarnizadamente, contra el sentimiento de impotencia, cuando no puedo expresar lo que quiero.

Como en un día de éstos: visité a mi madre que tiene 84 años, y un principio de demencia senil y no recuerda muchas cosas. Fui para un cambio de un artículo que le había traído hacía un momento; no me entendía y no se acordaba dónde había puesto el artículo. Lo pasé muy mal, al no tener el móvil conmigo.

Si me cuesta tanto comunicarme, qué decir de expresar ideas, opiniones o charlar animosamente.

Antes, decía con facilidad todo lo que sentía o quería expresar. Ahora, me guardo muchos comentarios y sentimientos, al no poder exteriorizarlos. Porque me fatigo. Incluso de escribir.

Nunca me hubiera imaginado, que tendría pereza de iniciar un tema, por la dificultad de terminarlo. Ante la evidencia de ese aprieto, lo dejo estar. Y eso ocurre en cualquier circunstancia, en la que interactúe con alguien.

Otra cosa que se me complica, es comer.

Porque me canso, porque tardo mucho, porque ya no puedo comer demasiadas cosas, porque me muerdo la lengua, porque me acabo muchas comidas calientes, en frío.

Hace unos días, fuimos a comer a un restaurante con mi mujer. Me sentí fatal, al darme cuenta, de que el camarero había hecho varios intentos fallidos de retirar la mesa, porque veía que mi esposa había terminado hacía mucho y, yo seguía comiendo.

Tendré que dejar de comer carne, me cuesta mucho masticarlo, deglutir. Y tardo demasiado.

No obstante, todavía puedo disfrutar de una paella, de cierto marisco, de las cosas blandas y mi descubrimiento reciente: los batidos. De frutas con yogurt, a veces le añado verduras y muchos complementos alimenticios, que me dan energía y salud.

Mantengo la esperanza.

Tengo asumido que, más pronto que tarde, no podré masticar, ni comer por mi mismo. Pero todavía, no.

Se trata, otra vez, de vivir día a día y disfrutar de lo que pueda (One life. Live it).

Quiero ser digno de mi destino, no intentar someterlo.

 

 

 

 

 

 

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