30-11-2021

 



Decía en junio, que soy seguidor de Abdu’l-Bahá. El pasado domingo recordamos, en todo el mundo, el centenario de su fallecimiento.

Para los bahá´is, Abdu’l-Bahá, es el Maestro. Su vida fue un ejemplo, que intentamos seguir. Es el hijo mayor de Bahá’u’lláh, fundador de la Fe Bahá’i, a mediados del siglo XIX (1844).

He hablado, en este blog de mi religión, pero sólo indirectamente.

Soy creyente de la Fe Bahá’i, la nueva religión universal. En mi juventud, fui el primer seguidor de esta religión, de mi población.

Tiene presencia en casi todo el mundo, porque desde el principio, recibimos el mandato de propagarnos por toda la Tierra. En estos momentos, es la segunda religión más extendida en todo el globo, detrás del cristianismo. Somos relativamente pocos, pero muy diseminados.

En España, debemos su inicio a una norteamericana (Virginia Orbison) que se desplazó a nuestro país a mediados del siglo pasado.

Preconizamos la unidad mundial y la idea de que, exclusivamente, existe una religión y un sólo Dios, porque las auténticas religiones anteriores, son etapas de una sola, ordenadas por el mismo Dios (aunque lo llamemos de diferente nombre). Por ello, los baháis procedemos de todas las Tradiciones religiosas precedentes, diversas creencias y sistemas de pensamiento.

Seguimos y compartimos con nuestros congéneres, unos principios y valores sólidos y actuamos desde el raciocinio, sin jerarquías personales.

Mis creencias, son la fuerza real que me infunde coraje y me da sustento a nivel espiritual. El mindfulness, llena la parte física. De esta forma alimento mi doble naturaleza.

La brevedad de mis publicaciones semanales, las convierte en un espacio poco adecuado para divulgar información completa sobre mi religión.

Afortunadamente, existen diferentes formas para investigar más. Siendo la más fácil, la red, donde cualquiera puede acceder y realizar toda la indagación requerida. (www.bahai.es)

Volviendo a mi día a día, empieza a dolerme el pecho (las costillas superiores) cuando toso, lo cual, me ocurre muchas veces al comer.

Es debido a la caída de la semana pasada en casa: acababa de sentarme en el sofá y me había desprendido de los zapatos. Me levanté y, a la vez, di media vuelta sobre mí mismo, con la intención de cruzar el comedor. Entonces, resbalé (a causa de los calcetines) y no pude impedir la caída a pesar de mis intentos, que consistieron en poner las manos en algún asidero. Al no lograrlo y tener las manos ocupadas, me caí de bruces sin miramientos. Me golpee el pecho y las rodillas.  

Creo que los brazos, enganchados entre muebles, ayudaron a que la caída no fuera peor (golpearme la cara y/o romperme los cristales de las gafas).

Las caídas son, ahora, más frecuentes. Pero, ya dije, que la alternativa sería mantenerme inactivo. En cambio, estoy persuadido de que es el precio que debo pagar para mantener mi movilidad y autonomía.

Y no me rindo…

 

 

 


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