26.10.2021
He recordado mi lectura juvenil de Kahlil Gibran, aquel poeta libanés muy famoso en el siglo XX. Escribió un poema parecido a esto: (no es literal, es lo que recuerdo)
“Señor, muéstrame a discernir las dificultades
de la vida que pueda resolver; a aceptar aquellas que no pueda y a comprender
la diferencia”.
A mi entender, ese es el espíritu del
mindfulness. Porque aprendemos a aceptar todo lo que nos depare la vida, a solventar
lo que esté a nuestro alcance y a reconocer aquello que no podemos alterar.
Khalil Gibran, también escribió:
“Del sufrimiento surgen las almas más fuertes. Los carácteres
más sólidos se forjan con cicatrices.”
Me gusta especialmente, el
poema “Tus hijos no son tus hijos”:
“No vienen de ti, sino a través
de ti…”
“Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas…”
“…no procures hacerlos
semejantes a ti. Porque la vida no retrocede…”
“Tú
eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas son lanzadas. Deja que la
inclinación en tu mano de arquero, sea para la felicidad.”
Es
que esto de cumplir años (la semana pasada, 64), entre otras cosas, sirve para
acumular experiencias (o sabiduría…) Como decía Pablo Neruda: “Confieso que
he vivido” (título de su libro). Es lo que pienso cuando me caigo. 😊
Lo
de caerme con la bicicleta, no es nuevo. Pero la causa, sí. Actualmente, voy
con mucho tiento y a pesar de ello, me caigo muchas veces. La última vez,
ocurrió que me disloqué el dedo anular de la mano derecha y quedó totalmente
desplazado hacia el meñique. Yo mismo, me lo coloqué y el dedo hizo un clic;
era la señal de que estaba colocado en su sitio. 😊
Antes
de la enfermedad, me caí muchas veces, por arriesgar demasiado y, algunas, con
rotura de huesos. Pero creo que nadie le ha pasado como a mí: me he roto las
dos muñecas, PERO, la primera fue el 11 de julio de 2001 y la otra, ¡¡¡el 11 de
julio de 2002!!!
Entiendo
que conocidos y familiares, se aguantaran la risa…
Volviendo
a mi día a día con la enfermedad; he descubierto una dimensión ventajosa, que
me proporciona mis propias limitaciones. Se trata de que, mi familia, debido a
mis problemas de comunicación, por un lado, y a mi facilidad de agobio, por
otro, paulatinamente, van sustituyendo mi natural iniciativa en todos los
asuntos de casa. De forma que ellos empujan los asuntos familiares y yo quedo
relegado y tranquilo. Este asunto ha quedado muy claro, este fin de semana, en
que hemos estado de viaje para juntarnos toda la familia unos días. Porque no
he tenido que hacer casi nunca gestión.
He
sido feliz al asistir al momento en que los primos y los tíos, han conocido a
Nil, su nuevo primo o sobrino.
Estábamos
en un pueblo de montaña y hicimos una excursión por ella. Fue el momento más
entrañable para mí, por lo que ocurrió y como me sentí durante esa salida.
Efectivamente, la realidad es que la ascensión fue más difícil de lo que decía
la información recabada: “se puede hacer en familia”. Me caí tres o cuatro
veces, me tuvieron que ayudar porque perdía el equilibrio constantemente y
retrasé su marcha. A pesar de ello, llegué a la meta.
Mi
hija, con la mochila, llevaba en su interior su bebé de un mes y ningún
problema para realizar el trayecto. Mi nieto mayor, Stephen, era descarado:
subía y bajaba por encima de los piedras y rocas ¡CON LAS MANOS EN EL BOLSILLO!
Lo
agradable fue que tuvieron la paciencia de ayudarme, que no me rendí a pesar de
los golpes y que los míos en ningún momento me conminaron a que lo hiciera. Me
emocioné en muchos momentos. Fue muy agradable a pesar de que me quedé molido.
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