05-10-2021
A pesar de que los problemas de equilibrio, se
han incrementado, sigo con la bici de montaña y me caigo muchas veces, pero no durante
la marcha, normalmente, es bajando de la bici y también para iniciar la partida.
Aparte de cuando voy andando con la bicicleta por caminos pedregosos, difíciles
e, incluso peligrosos. Pesa mucho (23 kilos) y me desequilibro.
La última caída fue hace dos o tres semanas, y
los efectos fueron muy aparatosos, al golpear la cara y los dientes. Pero en 48
horas ya casi no se notaba. Muy aparatoso, pero sus consecuencias duraron poco.
Sin embargo, esa caída me ha hecho reflexionar, para tomar la decisión de no
hacer rutas comprometidas o complicadas. Y dejar a la familia tranquila.
No obstante, he ido reuniendo diversos
elementos para ganar en seguridad: entre otros, tija telescópica (tija: la
barra que aguanta el asiento) y he retirado los pedales automáticos, porque
ahora necesito poder poner pie a tierra enseguida.
Hace más de un año, que salgo con otros jubilados
con bici eléctrica, comandados por Fel (Rafael), que se conoce la Menorca
interior, como la palma de su mano. Y no necesita GPS, como muchos; el GPS
humano, es él: no necesita de este tipo de aparatos, lo tiene grabado en su memoria.
¡Y tiene más de 70 años!
Cuando hablo de la Menorca interior, me
refiero a todos los caminos, senderos y pistas que cruzan o circulan por las
fincas privadas o públicas y también por la costa. Eso último se corresponde,
normalmente, con el CAMI DE CAVALLS (camino de caballos), senda recuperada para
hacer excursiones a través del campo y el litoral, en bici, a caballo o
andando. Tiene la consideración de GR (gran recorrido). Y más de 200 kilómetros
de largo y circunda toda isla. Pero, tenemos identificados 1.000 kms. de
senderos que van, vienen y la atraviesan.
Llevo mucho tiempo montando bicicleta de
montaña, pero en estos últimos doce o catorce meses, he descubierto rutas y
senderos desconocidos por mí. ¡La mayoría son preciosas! Gracias a Fel (y a
Satur, que siempre me ayuda), me he sorprendido visitando paisajes increíbles e
inéditos, a pesar de que llevo tres décadas en bici.
Como la que hicimos el invierno pasado, por la
zona de la Albufera de Mercadal.
Era una mañana especialmente sosegada, húmeda,
sin nada de viento, algo nublada.
Desayunamos en un rincón junto al mar, que no
tiene categoría de playa, pero tiene arena y orilla.
Fue como una estampa: no parecía mar; parecía
un charco muy grande de aceite. Tuve que tocarla. Parecía otro fluido.
En ese momento, la posición del sol, algo
tapado a aquella hora. Reflejaba las figuras nuestras dentro del mar, de forma
que la imagen era doble. El efecto visual era espectacular; parecía que el mar
no existía y, en su lugar, había un gran espejo.
Más tarde y después de realizar un esfuerzo
considerable, pasamos por una zona cercana a la costa, pero muy elevada.
Estábamos en lo alto de un impresionante acantilado. La visión del mar desde
aquel punto era fantástica. Tenia un color turquesa asombroso y transparente.
De repente, hizo su aparición una pareja de
alimoches (el ave de mayor envergadura de las islas Baleares) que volaban
majestuosamente por encima de nuestras cabezas, lo que agrandó nuestra especial
experiencia.
Y, mientras tanto, la soledad, la tranquilidad
absoluta…
La semana que viene, os contaré la leyenda de
Xoroi. Es muy romántica.
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