14.09.2021

 






Mi amigo José Luis, me envió un recorte de prensa, donde aparece una entrevista a un enfermo de ELA. Es un político argentino, joven. Me quedé muy sorprendido del paralelismo que tiene conmigo. Incluso su hija pequeña, protesta porque no entiende a su padre. Tiene 6 años. En mi caso, se trata de mi nieta pequeña, que me preguntó por qué no hablaba bien. Tiene 5 años.

Pero, aparte de la anécdota, este hombre, vive su vida, centrado en el hoy. Repite que se vive ahora, no mañana ni ayer, y añade que “quizás aprender a vivir sea entender esto”.

Con mucha tristeza, he caído en la cuenta, por las noticias recientes, que mucha gente debería pasar por una experiencia fuerte, de una enfermedad u otra dificultad grave. Y así, verían la vida y las experiencias implícitas, de otra forma muy diferente.

Me refiero a la noticia, por ejemplo, de que una niña sea agredida, sólo por llevar una mochila a la espalda, con los colores del arco iris. Y otras reseñas similares, de ataques al colectivo LGTB, mostrando toda la intolerancia posible, por parte de sus autores.

Personalmente, no estoy de acuerdo con esa corriente actual, de poner de moda a la homosexualidad, no. Ni tampoco con el aborto. Debería fomentarse un diálogo social sobre estas cuestiones. PERO sería el primero en defender, de forma inflexible, la libertad de esas personas, a llevar a cabo su decisión.

Cuando mi cuñado, hace años, reunió a la familia para dar cuenta de su condición de homosexual, se sorprendió positivamente, cuando le dije, que mi aprecio y mi consideración hacia su persona, no cambiaba en absoluto con esta noticia. Y se sorprendió porque conocía mi rechazo a la situación actual, donde, prácticamente, se promociona la homosexualidad. El reconoció que, precisamente, este entorno, le era favorable.

Agredir a cualquiera, por abortar o por ser homosexual (o por ser de color, o por tener una religión diferente…), demuestra una conducta, no solo ausente de tolerancia, si no de capacidad de reflexión (o incapacidad de pensar por sí mismos) y también una cultura alejada del mínimo aceptable en pleno siglo XXI.

Se trataría, sencillamente, de ACOGER (a todos), con todas las acepciones de ese verbo: proteger, amparar, atender, defender… en lugar de rechazar.

Si el agresor, tuviera una dificultad grave en la vida, no se “entretendría” en agredir, insultar o negar la libertad de otros a vivir su vida.  Pero, sobre todo, se lo impediría haber reflexionado, porque daría importancia a otras cosas trascendentales, en este plano físico. También por el hecho de haber adquirido una gran empatía.

Es lo que siento.

Y cuando pienso en que no puedo comunicarme, que no puedo comer muchas cosas que me gustaban, que tengo diarios amagos de caída (algunos reales: el sábado me caí de la bicicleta), que tengo que tener mucha disciplina para poder conciliar el sueño…no puedo concebir que existan seres humanos, que hagan la vida imposible a los que no piensan como ellos, porque me cuesta entender su proceder, en mi situación.

Leí un libro sobre LAS VIRTUDES HUMANAS, y en este tratado, se afirma que las virtudes son un patrimonio intangible de la humanidad.

Pensando en esta aseveración, se me hace todavía más difícil admitir que, existan personas que vayan en sentido contrario.

 

 

 

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