25.05.2021
En
algunas de mis salidas al campo, he visto imágenes cómo ésta y he llegado a
pensar que deberíamos ilustrarnos con la naturaleza: aquí en Menorca, podemos
aprender del acebuche que, como se ve en la foto, adapta su configuración al
viento de tramontana. O un pino en la costa, que se acomoda al desnivel del
terreno, desarrollando sus raíces en función de lo que necesita para resistir
la fuerza de gravedad. Nosotros, podríamos aplicar este ejemplo, a las
dificultades de la vida.
En
mi caso, puedo afirmar que la enfermedad ha hecho surgir en mí, capacidades
totalmente desconocidas. Sin duda, debían estar agazapadas. Y me ha servido
para confirmar un hecho que se menciona en el libro de Viktor Frankl, El
hombre en busca de sentido: el sufrimiento forma parte de la vida y tiene
sentido. Pero cuando uno se lo encuentra, debe demostrarlo y entonces es
verdad. No lo es mientras uno habla. Sólo cuando uno lo manifiesta y acepta el
sufrimiento, es cuando lo convierte en un hecho verdadero, en auténtico.
Y
no perder el buen humor. Por ejemplo, con mi esposa, hemos llegado a reírnos de
las confusiones que surgen, de la dificultad de entenderme (ella, entiende, a
veces, todo lo contrario de lo que le estoy diciendo). Y esto es motivo de
alegría (antes, de enfado) y bromeo, diciéndole que soy “una ganga”: nunca
discuto 😊
Hay
un tema que no he mencionado, pero que está presente en la vida del enfermo. Me
refiero a lo que espera de los demás. Sobre todo, sinceridad. Pero se pueden
producir gestos muy gratificantes: que te pregunten sobre la última prueba o
visita al médico (implica que está interesado en tu estado), cómo vas de ánimos
e, incluso, que tengan un detalle contigo. Y cuanto menos próxima a ti, sea esa
persona, más se agradece.
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