06.04.2021
En esa fase de mi dolencia, en la que decidí
luchar, era antes de la pandemia. Después vino la etapa actual; en posteriores
“entregas” os lo revelaré, hice todo lo que estaba a mi alcance: si no tenía
cura mi enfermedad, tenía claro que debía detener su progresión. Y llegué a la
conclusión, de que debía reordenar mis prioridades y mi forma de vida,
introduciendo muchos cambios.
Comenzando por la dieta y tomando muchos
suplementos naturales: estaba persuadido de que una alimentación adecuada,
mejoraría mi estado de salud. Continué aumentando el ejercicio físico (a pesar
de mi enfermedad, no había dejado de practicar mi deporte favorito: la
bicicleta de montaña), entonces, lo incrementé, añadiendo pilates, gimnasia en
casa y andar cada día. Estaba convencido de que, si estaba en forma y mantenía
mis extremidades en pleno vigor, la enfermedad estaría bajo control.
Posteriormente, mi logopeda acordó conmigo, iniciar un plan de choque de sus
ejercicios, no solamente para mantener el habla, también la expresión facial.
Mi doctora homeópata, me prescribió sacar de mi boca, todos los antiguos
amalgamas (en total 9), por el mercurio que contenían. Finalmente, busqué la
forma y cambié mi horario, para lograr un sueño reparador, de forma natural.
Todo este completo (y complejo) proceso, no
tenía ninguna garantía de éxito. Pero quedar de brazos cruzados no era una
opción para mí.
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