04.05.2021
Disfruto ahora de las cosas minúsculas, como el abrazo de mi nieta, el beso
de mi hijo o sentir el sol en la cara, sobre todo, si estoy en el campo o en la
playa sin apenas gente en este tiempo primaveral aquí en Menorca.
He hecho mía la expresión de Astrid Fina -atleta paralímpica-: “La vida
tiene altos y bajos. Estoy satisfecha de mis épocas de estar en baja forma”
Para mí, significa estar satisfecho del “balance” entre “altos y bajos”.
A estas alturas, sé que el estado anímico, perdido durante la enfermedad,
comienza a recuperarse tras la aceptación. Además, esa recuperación, no es volver
al “estado anterior”, en absoluto: se inicia dentro de ti una sensibilidad
mayor que te permite, entre otras cosas, apreciar esas cosas simples,
mencionadas más arriba. Y lo más importante, sentir mucho agradecimiento de
sentirte vivo y no “estar peor” (mis dos últimas visitas, en el lapso de un
año, al Hospital que me atiende, han confirmado que mi enfermedad, no se está
extendiendo al resto del cuerpo. 😊).
“La verdadera importancia de un estado de ánimo es que tiene por sí solo la
capacidad de alterar profundamente la manera en la que se comporta nuestro
cerebro y nuestro cuerpo.” (Mario Alonso Puig. Libro, Reinventarse-
Que el dolor (físico) no forma parte del problema, es parte de la solución.
Nuestro cuerpo es sabio. Imaginemos que fuéramos insensibles al dolor. Nuestra
vida sería corta, porque no buscaríamos un tratamiento, una cura. No pondríamos
remedio al mal, porque no seríamos conscientes de su existencia.
Mi enfermedad, como dije, es indolora, pero me produce desequilibrio y así,
con el dolor (cuando resbalo o me caigo o me topo con una puerta…), identifico
si es el pie, las costillas o la pierna, lo que debo curar 😊.
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